Porción de la Torá: Shemini (octava)
Lectura de la Torá: Levítico 9:1-11:47
Lectura Profética: Números 19:1-22
Lectura de Maftir: Ezequiel 36:16-38
Parashá Shemini
Comentario de Baruch para la porción de esta semana.
“La expiación es necesaria para la bendición”
Existe una conexión entre la lectura de la Torá de esta semana y el concepto de purificación o perdón de los pecados. El nombre del Parashá es Shemini u octavo. Se refiere al día después de que los Kohanim (Sacerdotes) terminaran su servicio en el Templo (o Tabernáculo). Fue al octavo día que saldrían. Con respecto a nuestra lectura de la Torá, solo el Sumo Sacerdote, Aarón, sirvió, mientras Moisés lo instruía. Esta primera vez fue un ejemplo para los otros sacerdotes que servirían en el futuro. Tenga en cuenta que algunas autoridades enseñan que fue Moisés quien hizo el trabajo solo, mientras que Aarón y sus hijos simplemente observaron y luego comenzaron a servir desde el octavo día.
Es significativo que se enfatice el octavo día. Este número se relaciona con algo “nuevo”. También se puede conectar con los conceptos de “redención” y “Reino”. Por tanto, no es de extrañar que uno lea,
“Y Aarón alzó sus manos hacia el pueblo y los bendijo, y descendió e hizo los sacrificios por el pecado, los holocaustos y las paces. Y él y Moisés llegaron a la Tienda de Reunión y salieron y entonces bendijeron al pueblo y la gloria del Señ-r apareció a todo el pueblo”. Levítico 9:22-23
De estos dos versículos se aprende que la tarea principal de los cohanim es bendecir al pueblo. El factor importante es que el pueblo no puede ser bendecido sin que primero se ofrezcan los sacrificios que expían el pecado. ¿Cuál es la verdadera bendición? Se lee que “la gloria de HaShem apareció a todo el pueblo”. En otras palabras, aunque la expiación es necesaria, no es el objetivo principal. Es más bien el medio necesario para lo que HaShem realmente quiere: que haya comunión entre Él y el pueblo. Cuando el texto dice que “apareció la gloria de HaShem …” se relaciona con la manifestación de Su presencia.
Ahora que Yeshúa ha pagado el precio para expiar el pecado, nosotros (los creyentes) tenemos el privilegio de compartir un nuevo tipo de sacerdocio, un sacerdocio real (1 Pedro 2:9) y llevar a otros a Su maravillosa luz (gloria).